¿Otra vez tú? || Trojan D. Daemon

¿Otra vez tú?

Tras árduos entrenamientos, había decidido que ese mismo fin de semana iría a ver a sus hermanas y tíos. Lo cierto es que las echaba de menos, le dolía estar separada de ellas a pesar de lo sucedido, y también, a pesar de que intentaba llegar a rozar el puesto de Agente de la Paz por ellas por darles una vida digna y, por sobretodo, mucho mejor. Se bajó de aquel tren con apenas un pequeño bolso-mochila de tela que le colgaba a un lado y a penas le prestaba atención. Vestía una camiseta blanca de tirantes, ancha y desgastada -como de costumbre- aunque apenas le cubría el ombligo, y a esta le acompañaba un pantalón corto de una tela extraña color café. Sus fieles botas -bajas, sucias y roídas- de piel negra la arrastraron hacia la playa sin que ella pudiese llegar a reprochar. Normalmente solía llegar cuando ya había oscurecido, y el cielo estaba teñido de naranja indicando que el atardecer se posaba en las nubes, de modo que aún le quedaba tiempo para ella. Sola. Pero el tiempo a solas le sobraba y la desbordaba, aunque ¿cómo decir que no a ver el atardecer en aquella hermosa playa?

La brisa no soplaba con mucha fuerza y al ser un aire cálido hacia que el mismo calor se refugiase en el pecho de la morena, haciendo que una sonrisa se curvara en sus labios, y echó a caminar por la arena permitiendo que la brisa meciera su cabello. Se sentía en calma, como las olas que bailaban al son de una música que solo ellas escuchaban. Jollene dejó que su vista se perdiese entre el inmenso azul, se podría decir que el efecto que este tenía sobre ella era casi mágico, como si una de las olas que rompían en la orilla arrasasen con todo aquél torbellino de emociones que componían cada molécula de su cuerpo, dejando paso a una profunda calma. Suspiró sintiendo como si de repente los músculos le pesaran, no había notado hasta ese entonces el cansancio de toda la semana.

De repente se dio cuenta de que se había quedado de pie, plantada en la orilla y bajó la vista hacia sus botas, húmedas, por lo que solo las juntó un momento dando un toquecito gracioso entre las puntas de estas y la diversión le rodó por los ojos, sin importarle lo más mínimo llevar los pies mojados. Echó a caminar por la orilla, sintiendo el agua en sus pies casi como si fuese descalza y divisó a lo lejos una figura sentada cerca de la orilla, abrazándose las rodillas. Entrecerró los ojos en un intento de divisar mejor a la figura, y al ver esas ondulaciones rubias cayéndole por la espalda no tardó en darse cuenta de quién se trataba. Llegó a paso calmado, y se sentó al lado de Trojan abrazando sus propios brazos y dejándolos caer sobre sus rodillas. Apoyó su barbilla sobre estos y de nuevo miró fijamente al horizonte, sin decir nada. -Parece que el mar se esté comiendo al Sol. -comentó en voz alta y se rió por lo bajo por la tontería.

Ladeó un momento el rostro para mirar a la chica y le regaló una sonrisa forzada, pero que a la vez le salió por si sola. -¿Estás otra vez con tú abuelita, caperucita? -le preguntó a la rubia, bajando considerablemente su tono de voz para hacerla más grabe en un intento de imitar al famoso lobo. Le resultaba irónico la coincidencia de volver a encontrársela, Trojan ni si quiera pertenecía al distrito y era una gran casualidad haber coincidido, por segunda vez, con la hija del alcalde del tres. Pero no, ella no era una persona de creer en las coincidencias aunque tampoco era partidaria del destino, ¿para qué darle más vueltas? Aquella chica estaba allí, como ella y las razones solo le importaban a ella misma y, a Jollene, ni le iba ni le venía. Punto.

Distrito 4 || Playas φ 18:32h. φ Viento suave pero caliente, cielo despejado. φ Trojan D. Daemon

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